
Pero esa felicidad dura hasta las 5:30AM, hora en la que la realidad me empuja a la rutina diaria, me empuja, literalmente, dentro de un metro atestado y un camino que me sé de memoria y que me lleva al inevitable encuentro del hacer lo que escogí para ganarme la vida. ¿Ganarme la vida? como si no la hubiese ganado en el mismo momento que, desnuda y con frío, le solté el primer berreo al mundo después de dejar el cálido y maravilloso útero de mi madre.
Pero hoy, pese a ser normal, es un día distinto, hoy he tomado una decisión, una decisión visceral y no meditada, como la mayoría de las buenas decisiones que he tomado en la vida, ¿es que acaso las decisiones que se toman con el corazón no son las mejores? no se puede tomar una decisión que responde a un llamado del corazón y estar equivocado. Hoy decidí recoger, hoy recogí las fotos del escritorio, los lápices y souvenirs que adornaban mi día a día. Recojo los papeles, me tropiezo con objetos que creía perdidos, estoy contenta.
¿Hacía dónde me dirijo? ¿hacía una nueva rutina? ésta de hoy es producto de un mandato que el corazón me hizo hace casi 8 años, no lo sé, no tengo tiempo que perder, no tengo ni un segundo para dudar, de repente recuerdo a Kundera «La vida está en otra parte».