Letras… Encuentro con el otro, Ryszard Kapuscinski

Lo paradójico de la actual situación mediática va aún más lejos. Por un lado, aumenta la globalización de los medios, pero, por el otro, también aumenta su superficialidad, su cualidad de algo desconcertante y caótico. Cuanto más convive el hombre con los medios, más se queja de su extravío y de su soledad. A principios de los años sesenta, cuando la televisión estaba todavía en pañales, Marshall McLuhan usó la expresión de «aldea global». McLuhan, que era un católico dotado de un apasionado sentido de misión, imaginaba que el nuevo medio nos convertiría a todos en hermanos pertenecientes a una misma comunidad en la fe. Aquel calificativo suyo, repetido hoy sin reflexión alguna, ha resultado uno de los mayores errores de la cultura contemporánea, pues la esencia de la vida de aldea radica en que sus habitantes están cerca unos de otros, se tratan cara a cara y comparten una misma existencia. Ninguna de estas cosas puede decirse de la sociedad de nuestro planeta, la cual más bien recuerda a la anónima multitud de un gran aeropuerto: una multitud compuesta por personas que, siempre deprisa y corriendo, pasan indiferentes ante sus desconocidos congéneres.

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